Cuando
el niño es pequeño generalmente recibe el afecto de las personas en general. Un
niño pequeño es como un Ángel que acaba de nacer y a todos nos conmueve su
sonrisa, sus gestos, sus primeros pasos.
Luego
pasa el tiempo y las relaciones cambian; la vida y el ambiente social donde
vive la persona irán moldeando su personalidad.
Pasamos
de ser angelicales a ser individuos con una cierta madurez emocional, a veces
algo neurótico, arrastramos frustraciones, desencantos con la vida y por
momentos nos tornamos en seres difíciles de tratar.
En
ese sentido explicaría un buen consejero Cristiano que seria importante revisar
nuestra conducta cada tanto para no tornarnos en personas toxicas (Que
dañan
emocionalmente a los demás)
Si
en algún momento notamos que hemos perdido la felicidad interior procuremos
recurrir en oración al Padre Celestial, el nos proveerá de la fuerza anímica
necesaria para tener una sana y equilibrada personalidad.
Dios escuchará nuestras plegarias si somos perseverantes y no nos cansamos de presentarle nuestras peticiones. (Lucas 18, 1-8)
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